La limpieza es el primer paso de una rutina exitosa. Un buen limpiador elimina suciedad, sudor, SPF y exceso de sebo sin dejar la piel tirante. La regla de oro: que limpie sin arrasar con tu barrera cutánea.
Identifica tu tipo de piel
- Seca: Sensación de tirantez, descamación fina, poros poco visibles.
- Mixta: Zona T con brillo, mejillas normales o secas.
- Grasa: Brillo generalizado, poros visibles, tendencia a brotes.
- Sensible: Se enrojece o pica con facilidad; puede convivir con los anteriores.
¿Qué buscar en el INCI ? (Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos)
- Seca/sensible: Tensioactivos suaves, glicerina, pantenol, ceramidas.
- Mixta/grasas: Geles que equilibren sebo con niacinamida o zinc.
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Todos: Fórmulas sin fragancia intensa si eres sensible, pH fisiológico (5.0–5.5).
¿Espuma, gel o bálsamo?
- Gel suave: Versátil para mixtas y grasas.
- Crema/bálsamo: Ideal en climas secos o para pieles deshidratadas.
- Aceites de limpieza: Perfectos para retirar maquillaje y SPF en la noche (paso 1 de doble limpieza).
Cómo integrarlo a tu rutina
- Mañana: Una limpieza suave es suficiente.
- Noche: Si usas maquillaje/SPF, aplica doble limpieza.
- Señales de alerta: Si tu piel queda rígida, cambia de fórmula o reduce frecuencia.
Errores a evitar
- Agua demasiado caliente.
- Frotar con fuerza o usar cepillos abrasivos diariamente.
- Usar jabón corporal en el rostro.
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El mejor limpiador es el que equilibra: remueve impurezas y respeta tu barrera. Observa tu piel 7–10 días y ajusta. Una limpieza correcta potencia los resultados de todo lo que aplicas después.